Una pandemia que dejó sin centros escolares a los pequeños, adolescentes y universitarios, eventos históricos como Filomena o la erupción en La Palma que volvieron a mostrarles imágenes inusuales y enfrentarse a nuevos retos y, hace apenas un mes, el estallido de una guerra que está retransmitiéndose minuto a minuto.
Y todo ello en tan solo 2 años y unos meses. ¿Es de extrañar entonces que la población más joven esté viviendo una presión sin igual y necesiten, el muchos casos, una ayuda para poner en orden toda la información que les llega para que no se convierta en miedos de por vida?
Esa es la pregunta que, como sociedad, corresponde hacerse. Las generaciones de universitarios y escolares están viviendo, en unos años críticos para su desarrollo mental saludable, una serie de acontecimientos que está llevándoles a plantearse muchas verdades absolutas que tenían. Entre ellas, su seguridad.
Es probable que no sea la generación que más complicado lo ha tenido, porque solo hay que echar un vistazo a los grandes conflictos del siglo XX para ver cómo hay otros momentos históricos que han puesto a prueba la salud mental de generaciones.
Sin embargo, no debemos olvidar que esta es la generación conectada. Tanto es así, que su vida realmente pasa precisamente, como consecuencia de dicha conexión, por un bombardeo constante de información que, en el caso de los más pequeños, nadie pone en contexto.
"Padres con una presión laboral como en pocas épocas, abuelos que han tenido que ser relegados durante meses para protegerlos, amigos que se han tenido que readaptar a una relación casi sin contacto, conversaciones e información que pocas veces habla de cosas positivas...eso es el entorno en el que están creciendo los niños hoy en día y, aún así, hay que saber que son privilegiados si comparamos con tragedias como las de niños refugiados o en países en vías de desarrollo" explican desde Grupo Psicoavanza, que abogan por no quitar la importancia real que tiene que un niño o adolescente se sienta triste o inseguro.
Se ha pasado de luchar contra el bulling y contra la intolerancia a tener que lidiar con acontecimientos que se escapan de su control y, por eso, más que nunca, hay que normalizar que hablen con profesionales que les den las herramientas que les permitan lidiar con sus nuevas inseguridades desde un entorno propicio para afrontarlas.